Verdaderamente, las habilidades demostradas en la orfebrería muisca son incomparables dentro del arte precolombino, pero más que la estética, las magníficas figurillas y objetos ornamentales estaban envueltos en un simbolismo religioso
Aspectos de la orfebrería muisca.
En los territorios que habitaban los muiscas no eran abundantes los yacimientos de oro, por ello, lo obtenían a través del intercambio comercial de esmeraldas, algodón y tejidos.
De esta manera, no siendo el oro tan cuantioso en la orfebrería muisca, ingeniosamente crearon piezas usando la técnica de la tumbaga, la cual consistía en la utilización de una mayor proporción de cobre en aleación con el oro, luego, la figura era lavada con el zumo de una planta y puesta al fuego para que el cobre se oxidara, finalmente al ser pulida, quedaba con una apariencia de oro fino.
Además, trabajaron técnicas como el martillado de láminas, la fundición en cera perdida y la filigrana, para fabricar tiaras, narigueras, diademas, collares, pulseras, máscaras, pectorales, vasijas, instrumentos musicales y pequeñas figuras humanas con apariencia antropomorfas o zoomorfas, e inclusive decoradas con hilos de oro, incrustaciones de esmeralda y en algunos casos con alambres de plata.
Cuáles fueron los estilos de la orfebrería muisca.
De acuerdo a los usos de la orfebrería en la cultura muisca, los investigadores consideran que existen tres estilos, entre ellos:
Tunjos.
Eran las figurillas más representativas de este arte, hechas con planchas en forma de seres humanos y decoradas con atuendos de hilo de tumbaga o finos alambres, para ser usadas como ofrenda a las deidades.
Pectorales.
Con un excelente acabado, estaban realizados con planchas gruesas y fundidas en tumbaga, mostrando diseños de imágenes que sugerían a los seres míticos o las personas importantes de la sociedad, que además indicaban la alta jerarquía de su portador.
Colgantes y narigueras.
Siendo unos objetos de adorno corporal de la orfebrería muisca, simbolizaban un alto rango social, y eran terminadas cuidadosamente con diseños de códigos o figuras antropomorfas.
Si hay algo que no se debe dejar por fuera, es la Balsa Muisca, una bellísima pieza elaborada entre los años 600 y 1600 D.C., usando las técnicas de fundición en cera perdida y tumbaga. En la misma, se manifiesta el acto ceremonial de investidura del heredero al cacicazgo, que se celebraba en la laguna sagrada de Guatavita.
Así, la orfebrería muisca con un único fin de adorar a la naturaleza y a los dioses, se extendió por todo el altiplano cundiboyacense, además que se sumó a los mitos propios de esta cultura, creando la Leyenda de El Dorado.
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